Año Nuevo

10:39

Empezaron a sonar las campanadas, y él y sus compañeros de piso empezaron a seguir aquel ritual absurdo de todos los años, ese de comer las uvas con cada campanada. A él siquiera le gustaban las uvas. Era la primera nochevieja que pasaba fuera, pero no había podido volver para vacaciones. Le salía más barato quedarse allí, ignoraba por qué sus compañeros también se quedaban aunque supuso que sería por motivos similares. Comenzó entonces la farsa: las doce campanadas ni siquiera son una cuenta atrás de verdad, porque con el primer gong ya estaban en 2017. Puede que antes incluso; dudaba de que ajustaran el reloj de la Puerta del Sol para el segundo extra que se supone que tuvo el ya anterior año. Fallos, inexactitudes, y todo porque en el fondo aquello sólo es una excusa tonta para reunirse a hacer el imbécil y salir de fiesta.


—Las excusas pueden ser todo lo tontas que quieran porque no es lo importante.
Así que llegó el Año Nuevo y no se le ocurrió otra cosa para hacer que estudiar. En realidad lo necesitaba.

—Pero ¿de verdad vas a pasarte esta noche estudiando? —le preguntó su compañero una vez pasó aquel horrible trámite y se fue a seleccionar los temas pendientes de entre la gran torre de apuntes.

—Ayer lo hice, no veo por qué hoy no.
—Porque es Nochevieja, no sé.

“No sé”, claro que no lo sabía, porque no tenía sentido. Abrió el tomo de hojas por donde lo había dejado el día anterior. Antes de que pudiera concentrarse apropiadamente, su vista relampagueó un segundo hacia donde tenía el móvil. Evidentemente lo había dejado en silencio, pero la lucecita de la esquina no paraba de parpadear. Apartó la vista, pero no podía dejar de verla aunque fuera de reojo. 

—Míralo, anda.

Cogió el móvil. Los chats estaban llenos de felicitaciones de fin de año de parientes y amigos. Mensajes clónicos y vídeos tontos. Seguramente saldrían de fiesta, como sus compañeros que ya estaban preparándose. Al menos tuvieron el gesto de quedarse con él aunque fuera para cenar y cumplir con lo de las uvas, si no seguramente las hubieran comido en la plaza ya trajeados. Cogieron sus cosas, salieron, y por fin silencio. 

—Pero de mí no te librarás tan fácilmente.

—¿Te quieres callar?

Conseguir un estado de flujo, una especie de nirvana temporal en el que todo lo que vas leyendo entra en tu mente con total naturalidad, requiere tiempo y concentración. Y la concentración se consigue con un equilibrio entre relajación y esfuerzo, y silencio por supuesto. Aun con todos estos requisitos cumplidos, no hay ninguna garantía de conseguirlo. Y aun consiguiéndolo, puede esfumarse en un segundo para no volver. Casi siempre se esfumaba, y tenía que intentarlo muchas veces, todos los días.
Esfuerzo le estaba poniendo. Silencio había, demasiado. A veces los silencios hacen más ruido que los truenos. Cuando se consigue vaciar la mente, los sonidos no irrumpen en la mente si no al contrario, van acompasados con los propios pensamientos. No molestan, corretean alrededor sin molestar. Sin relajación, el silencio se examina, se evalúa, se juzga. Casi esperas que fracase para enfadarte con algo, y el silencio que rellena ese tiempo es enervante, más que el propio sonido que lo corta. Porque algo acaba sonando siempre. Un zumbido, un golpe, una ráfaga de viento, las manecillas del reloj, tu respiración, tus latidos. Por algún motivo, estaba tenso; la relajación falló, el silencio se le escapó de entre los dedos, el esfuerzo que ponía fue en vano, y el tiempo pasaba. 

—Venga, relájate.

—Me relajaría si no estuvieras tú por aquí hablando todo el rato.

—Eso depende de ti.

—¡Vete!

—Será posible...

Tendría que probar con otra cosa. El silencio le distraía, era eso lo que le ponía nervioso, tenía que ser eso. A veces hay que darle la vuelta a todo el planteamiento. Si no estás relajado y el propio silencio te acaba perturbando, inténtalo al revés. Música, o algo que escuchar de fondo. Los sonidos que corretean. Desvían una pequeña parte de tu mente, la justa para quitarse esa tensión de en medio, pero al mismo tiempo permitiendo que el resto se concentre en estudiar. Un cortafuegos de distracciones. Y por supuesto algo suave, smooth que dirían allí. Cogió los cascos y buscó una lista de reproducción relajante que le gustara. Las letras que tenía delante empezaban a transformarse en conceptos, que se esforzaba por desentrañar y recordar. Iban algo forzados al principio, rascaban. Poco a poco se deslizaban más vivamente hacia dentro, le iban entrando casi como el agua. Casi. Aún eran un zumo espeso. Levantaba la vista y recordaba dónde estaba, lo que había pasado antes… Luego volvía a bajar y continuaba. La sesión no iba del todo mal, pero no había entrado todavía en el estado. Si se esforzaba un poco más, la noche acabaría rentando… 

—Pero pensar demasiado en ello es en sí una distracción.

—¡CALLA!

Revisó por donde iba, pero el tema se le volvió a hacer bola. Volvió a intentarlo, pero el esfuerzo fue mermando por el cansancio. Los párpados le pesaban. La música ya ni la oía, estaba tan acompasada con su mente que se había convertido en un silencio falso pero mullido y cálido. Se dormía. Ahora tendría que espabilarse, y esforzarse el doble para llegar al mismo resultado. Barajó la posibilidad de…

—¿Un café?

—… No. Cuando pasara el efecto me atacaría más el sueño, a no ser que tome otro, y entonces arrastraría sueño para el día siguiente. 

—Pues entonces lo mejor es que te vayas a dormir y madrugar mañana. Bueno, hoy, pero más tarde. 

—Será lo mejor, supongo.

Se puso una alarma pronto, aunque igual no le haría falta si los compañeros llegaban muy tarde de fiesta. Improbable pero posible. Se lavó los dientes y se acostó. Aquella no era su cama de siempre, su espalda notaba la diferencia. No era tan delicada como la de la princesa del cuento, así que dormía bien por lo general, y con sueño igual le daba que alguien hubiera vaciado una lata de guisantes entera debajo del colchón. O colocado la lata en sí. Apagó la luz y cerró los ojos. Intentar dormir a veces requiere el mismo ejercicio que el de intentar estudiar. Y a veces se sufren los mismos problemas. El silencio sonaba muy fuerte. Había una ventaja: no tenía que concentrarse, ni esforzarse, sólo dejarse llevar por el propio sueño. Si no ponía punto en el ruido de fondo, le daría igual tanto el silencio sepulcral como cualquier sonido. Pero notaba el silencio.

—Vacía la mente.

—Eso te incluye a ti... 

—Sabes que eso es imposible.

Lo único que tenía que hacer era no pensar en nada. No esperar ningún ruido, y si lo oía, que le diera igual. Muy fácil. Dormir es algo que se hace todos los días. Aunque boca arriba no estaba demasiado cómodo. Se ladeó y acomodó un poco la almohada. Esta vez sería la definitiva. No pensar. Fácil. Y agradable. Él durmiendo y el resto por ahí, de fiesta… Pero no. Dormir. No pensar. Es fácil. Venga.


—¿Pero por qué no te das dormido todavía?

—¡Mierda! 

—Sabes, me has decepcionado bastante. Solías disfrutar de las cosas antes, sin necesidad de pasarlo todo por tu filtro de intelectual.

—¿Pero qué coño dices? ¡No tengo ningún puto filtro!

—Bueno, pues entonces qué te pasa, a ver, cuéntame.

—Estaba intentando dormirme, ¿a qué viene esta especie de psicoanálisis de mierda, quién te crees que eres?

—Soy tú, lo sabes perfectamente.  Y también sabes que esta conversación tampoco está teniendo lugar realmente, es sólo una metáfora de lo que pasa por la mente. Si oyeras voces en tú cabeza, te recomendaría ir a un especialista. … Oye.

—¿Qué?

—¿No estás oyendo voces en tu cabeza, verdad?

—No, no. Tú eres yo, yo soy tú, y todo eso. ¿Pero tenía que ponerme a pensar en esto justo ahora?

—Te has desvelado ya. Cualquier tontería en la que pienses o cualquier ruido que escuches es apto para prestarle atención y seguir sin poder dormir. 

—Pues por favor, déjame. Tengo que…

—Dormir, para poder madrugar, para poder estudiar. Eso es lo que te pasa, te exiges demasiado.

—Es que… Ya sabes. 

Tenía que estudiar todos los días. No podía permitirse suspender ni una asignatura. Pero ellos sí. Había visto como muchos de sus compañeros ni siquiera se esforzaban, no les suponía nada volver a pagar los créditos una y otra vez. Iban a la universidad por el “estilo de vida”, llegando a la facultad en sus propios coches, con ese aire de superioridad. Él en cambio, tenía que trabajar para poder pagar la carrera, y estudiar en sus ratos libres. Nada de salir de fiesta. Nada…

—En el fondo, les tienes envidia.

—¿A quién? ¿A los cretinos?

—No, hombre. A la gente normal que tiene la suerte de poder divertirse de vez en cuando. No es justo que los juzgues, aunque entiendo que te de rabia.

—Lo sé… Pero…

—Además, tú también tienes derecho a hacerlo. Tampoco es justo que tú solo te impongas esa carga. ¿Si hubieras dado una vuelta esta noche, habría supuesto alguna diferencia en tus notas?

—Bueno, no he podido estudiar así que no, supongo. Pero mañana…

Se despertó, aunque no madrugó demasiado. De sus compañeros aún no sabía nada, pero supuso que estarían bien. Al menos ellos pudieron pasar un buen rato. Entrar en el año con buen pie. Levantó la persiana y vio la luz del sol entrar de frente, cegándolo. 

—El año que viene intentaré salir, te lo prometo. Después de la chapa que me has dado esta noche…

—Con que estudies un poco menos y te relajes más me conformo, pero gracias. Pero la chapa me la has dado tú.

—¡Pero si me has interrumpido constantemente…!

—Tengo derecho a hacerlo. El subconsciente eres tú, no yo. Demasiado tiempo me has tenido a raya.

—Bueno, pues ya veremos cómo te las arreglas tú solo este año, si lo que quieres es echarme.

—Pff, victimista. 

Evidentemente, esa parte suya siguió intentando azuzarlo para que siguiera esforzándose, que tenía que trabajar más, que no se merecía nada y que todo el mundo era imbécil, pero procuró hacerle menos caso que hasta entonces. Pasó un año, y aunque lo de las uvas le siguió pareciendo una tontería aburrida, al menos salió y se lo pasó bien. Y aprobó en el intento.

¡Gracias por leerme!

4 comentarios

  1. ¡Qué inspirador! Me ha gustado mucho tu relato, tienes algunas frases muy muy buenas, me quedo sobre todo con "A veces los silencios hacen más ruido que los truenos". Me he sentido bastante identificada con el personaje y su discusión mental me ha encantado jaja una muy buena forma de empezar este reto. Estaré atenta a tus próximos relatos y espero que disfrutes de igual manera los míos, dado que yo también participo y estas súper invitado a leerlos y comentarlos :) ¡Besitos sonámbulos! ⭐️🌙

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    1. Muchas gracias por comentar ^^ Yo también seguiré los tuyos, quería empezar a seguir a más gente del reto pero soy muy vago y no sé ni por donde empezar XD

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  2. ¡Hola! Me ha parecido un relato muy curioso en el que muestras que a veces hay que dejar las obligaciones a un lado y disfrutar más las situaciones que nos rodean. Espero que continúes escribiendo a lo largo de estas semanas para el reto, seguro que podremos leer más lecciones como estas.

    Yo también participo en él y me estoy poniendo a prueba semana tras semana, puedes visitarme y darme tus impresiones si te apetece. ¡Te leo en el próximo reto! :)

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